El Concurso de Acreedores mal entendido
Más de 2400 empresas se han declarado en Concurso Voluntario de Acreedores durante el 2º Trimestre de 2013. Con ellas, son más de 6000 las empresas que han optado por esta vía en lo que va de año.
Esas 2.400 empresas suponen un aumento importante en términos interanuales; de más de un 22%. Sin embargo, supone una disminución de casi un 10% respecto a los concursos declarados a primeros de año.
La inmensa mayoría de los Concursos terminan con la disolución de la empresa y su liquidación. Sin embargo, el Concurso Voluntario de Acreedores no es una herramienta de disolución sino un medio de llegar a un acuerdo entre todas las partes que, en principio, debería permitir a la empresa seguir trabajando, mantener el empleo y, por supuesto, pagar.
El Concurso Voluntario se utiliza como el «hacha del bombero» y, más bien, debería utilizarse como el escalpelo del cirujano.
El principal por qué es claro: las empresas con problemas esperan demasiado para solicitarlo. Normalmente cuando las ejecuciones alcanzan al patrimonio personal de los gestores de la empresa deudora. Cuando estas empresas entran en concurso ya no son viables económicamente y sólo queda la vía de la liquidación. Pero esto es cerrar el concurso en falso.
El objetivo de un Concurso Voluntario de Acreedores es el de lograr un Convenio entre la empresa y los acreedores quienes, a fuerza de renunciar a parte de los pagos y ampliar el plazo para los otros, recuperan una mayor parte de su dinero; eso sí, en más tiempo.
Y esa es la clave del segundo por qué: los acreedores, a su vez, no pueden renunciar a la deuda ni ampliar los plazos porque está en juego su propia viabilidad.
Y como tercera razón, podríamos apuntar a su elevado coste. Sobre todo los honorarios de los profesionales que intervienen en el mismo y que, en muchos casos, son reacios a participar porque ven difícil la posibilidad de cobrar.
Estas tres razones, lo único que consiguen, es retrasar el Concurso Voluntario hasta que es demasiado tarde.